Había pájaros que tarareaban tu nombre
y duraznos con tu sabor.
De tu recuerdo comía y bebía a diario;
De la lluvia, un dolor y un insomnio.
Todo de ti rechinaba a las 3 menos 10.
Se irrumpía el sueño,
y ese insomnio con tus ojos,
oscuras perlas que pintaban los paisajes,
un telar con finas líneas de tus letras;
Tu desprotegido nombre en el aire,
que con garras de tigre te ahuyentaban de mí.
Te dejé en la cama las cartas, las caricias;
sobre ellas tu nombre.
Tu nombre, ese destinatario que se niega a leer-me-ticuloso.
Tienen sus letras esos sobres,
con huellas que se preguntan,
¿Olvido, desamor, desidia?
Abandono.
Las cartas tiene sentimientos y fechas,
tuvo un amante que ya no se presenta en la fachada
¿Fuga, olvido?
Deberían estar guardadas.
Las cartas fueron respuestas a gritos,
¿o preguntas sin respuesta?
Y debajo de ellas, la cama, en posición incómoda,
espera el nombre un varón que desesperó la espera,
por un olvido, una fuga
o un simple abandono.